miércoles, 26 de diciembre de 2007
Aquí también llegó ese gordo impostor vestido de rojo.
Nuestros padres también han sucumbido a que Papá Noel venga a casa, a pesar de sus quejas de que tenemos muchísimos juguetes, con los que apenas jugamos, que no recogemos, no obedecemos, que si nos portamos mal no tendremos regalos, pero al final no debemos de ser tan malos porque siempre cae algo. Eso sí, no tanto como el día de Reyes, en el que nuestros padres no dan abasto a desenvolver paquetes, abrir cajas llenas de plásticos, gomas y alambres para sujetarlo todo, interpretar instrucciones ininteligibles sobre el montaje, poner pilas, buscar un hueco para almacenar muchos juguetes con los que probablemente no volvamos a jugar, bajar a la basura montones de embalajes, con lo que contribuimos de manera espectacular al cambio climático.
Y la historia se repite año tras año, y luego llegan los juguetes en casa de los abuelos y de los tíos, y más paquetes y más basura y encontrar más sitios para guardarlos. Nuestros padres quejándose de tanto trasto pero, en el fondo, a ellos también les gustan los juguetes pues, son de la generación del yogur y sus padres también opinaban lo mismo; que tenían muchas cosas y que no las valoraban. Y luego el cuento de los abuelos, que si sólo tenían una muñeca, que cualquier cosa les valía para jugar,que se hacían los balones con trapos, que no tenían televisión, ni por supuesto tanta maquinita...
La vieja Iguazú. Darabuc
Este libro de poesías nos lo recomienda la poetisa Luz del Olmo. Su autor nos da permiso,desde el blog de Luz, para reproducir algún poema (Darabuc:yo no tengo inconveniente en que se reproduzcan pasajes, poemas, fragmentos, lo que se considere oportuno. Como os parezca). Darabuc es el pseudónimo del escritor español Gonzalo García Rodríguez (1972-), especializado en literatura infantil y traductor, bajo otros seudónimos, de ensayo y de obras literarias. Ha publicado La vieja Iguazú (Premio Luna de Aire de poesía para niños 2005), un retrato tierno, a la vez realista y humorístico, de la vejez a las puertas de la muerte.
Según palabras del autor: "El libro trata de la vejez y de la muerte como su consecuencia inevitable. Pero creo con su punto de humor y con optimismo, porque los que se van siempre nos dejan un hilo, el principio de una historia que podemos seguir escribiendo con ellos. Y de esa manera, recordarlos y llevarlos con nosotros".
Del libro, publicamos en el blog algún extracto, aunque recomendamos su lectura completa.
La vieja Iguazú tiene
fotos, cuadros, un canario,
una supermecedora,
artritis en una mano,
artrosis en la otra mano
y un bastón,
cuatro sillas y u sillón,
un chocolate muy malo,
muchos trastos de latón,
un tapetito marrón
y ocho mil tapetes blancos
(guardados en un cajón).....
Hoy la vieja está en la plaza,
ha abierto el “Infinito”
y ha tocado “descoser”.
La vieja Iguazú cose un cuento,
lo descose
y lo vuelve a recoser,
y el cerco de los niños..
mudo,
con los ojos bien abiertos....
Ya no le llevo la compra
a la vieja Iguazú.
No está
no estará más.
Hoy en la plaza están todos
tristes.
Al abrir el "Infinito"
toca la palabra "adiós"
Está triste el alcalde,
están tristes Vicenta,
la directora, Juanillla,
Joaquín, la panadera,
el barrendero Miguel
y los bancos de la plaza
y hasta mis gafas de sol
y los cestos y las cacas
y mi puaj, la mecedora
y el gallo de la veleta...
Hasta que viene Mariela
y abre el libro,
Ha salido "catarata"
y empieza a contar un cuento.
Un pescador vecino de Bilbao
Una fábula que nos cuenta la abuela; dedicada a todos los que, como dice el abuelo, viajan como las maletas.
Fábulas en verso castellano
Juan Eugenio Hartzenbusch
Un pescador, vecino de Bilbao, cogió, yo no sé dónde, un bacalao.
-¿Qué vas a hacer conmigo?- el pez le preguntó con voz llorosa.
Él respondió:-Te llevaré a mi esposa: ella con pulcritud y ligereza te cortará del cuerpo la cabeza; negociaré después con un amigo, y si me da por ti maravedises, irás con él a recorrer países.
-¡Sin cabeza! ¡Ay de mí! -gritó el pescado.
Y replicó el discreto vascongado: -¿Por esa pequeñez te desazonas? Pues hoy viajan así muchas personas.
lunes, 24 de diciembre de 2007
FELIZ NAVIDAD
domingo, 23 de diciembre de 2007
IN MEMORIAM
Dans une petite étoile
Qui brûle dans le ciel
Là-haut reste Raquel
Mais aussi dans nos cœurs.
Comme elle aimait autant lire
Elle habite un jardin
Fleuri de livres et vers
De roses et de jasmins.
Elle parle avec Rostand,
Pagnol, Molière, Sthendal,
Zola et Chateaubriand,
Flaubert, Hugo, Balzac,
Prévert et Maupassant.
Elle est partie dans le ciel bleu
Comme un oiseau, enfin libre et hereuse
Et quand son âme l´a quitée
Un rossignol quelque part a chanté :
On t´aime autant que l´on t´aimait
Mais on ne peut le dire désormais.
sábado, 22 de diciembre de 2007
Exhibición de gimnasia
Entrenando para los Juegos Olímpicos de Madrid 2016. ¿Lo conseguiremos? Por lo menos lo estamos intentando.
Bruno, Cecilia e Íñigo en "Il Castello Sangrienti"
Un poema divertido
IL CASTELLO SANGRIENTI
Luís Martínez Valdés «Ludi»
(Trachedia desarrollata
en el ruinoso castello
del barón de Chentes Mata.
Si no é cherta y veritata
que me arranquen un capelo).
Tras morisca ventaneta,
con el semblante contenti,
la primorosa Giulieta
intona una canzoneta
que porta en alis el vienti.
Es su voche melodiosa
cual la campana de Huesca;
é chentile, candorosa
e más fresca que una rosa.
quichá demasiado fresca.
Digo fresca y é verdate
perque lichera de ropa
e a la finestra asomate
está pelando patate
con un sable de la tropa.
A bordo di una barqueta
llega un mancebo eleganti,
vestidato di etiqueta,
con gorra de sportman, guanti,
e gabani con faldeta.
Fumando brevas a pasti.
fraguan algún plan siniestri,
perque a la paloma casti
le hace con el ojo diestri
la señal del as de basti.
La joven enamorata
le arroja una escalinata
fabricata con cordeli,
e per ella le donceli
como un felino escalata.
Il padre, que era un Nerone,
observó la operachione
desde un huerto exuberanti
donde tiene plantazione
de pimentoni picanti.
Aparte del pimentone,
cultivaba le melone,
le fabi, la remolache,
le chufi, le macarrone
e le turrón de guirlache.
Pronto le gran caballeri
de su honore si ricorda
e trepando per la corda
sube a le piso primeri
portando una estaca gorda.
Le burlato personache
da uno grito de corache
al ver que sua filla vile
está, con furia salvache,
abrazando a un zascandile.
Altamente incomodati
le apunta sin pietati
con una vieja escopeti,
per profanare il respeti
di un lugare tan sacrati.
Suona una detonachione
e una descarga chertera
atraviesa le pulmoni
del pendón e la pendoni.
¡Fué una morte de primera!
Furiosi, desesperati,
e con el chuichio incompleti,
tritura les esqueleti:
hace uno con tomati
e il otro a la vinagreti.
Abre luego le balcone
e se lanza en direchione
vertical sobre un peñasco,
quedando il pobre barone
como un centollo sin casco.
Tutis lis astris del chelo
se tiñeron di escarlata.
desde entonces, no es camelo,
no se abrió más il castelo
del barón de Chentes Mata.
Luís Martínez Valdés «Ludi»
(Trachedia desarrollata
en el ruinoso castello
del barón de Chentes Mata.
Si no é cherta y veritata
que me arranquen un capelo).
Tras morisca ventaneta,
con el semblante contenti,
la primorosa Giulieta
intona una canzoneta
que porta en alis el vienti.
Es su voche melodiosa
cual la campana de Huesca;
é chentile, candorosa
e más fresca que una rosa.
quichá demasiado fresca.
Digo fresca y é verdate
perque lichera de ropa
e a la finestra asomate
está pelando patate
con un sable de la tropa.
A bordo di una barqueta
llega un mancebo eleganti,
vestidato di etiqueta,
con gorra de sportman, guanti,
e gabani con faldeta.
Fumando brevas a pasti.
fraguan algún plan siniestri,
perque a la paloma casti
le hace con el ojo diestri
la señal del as de basti.
La joven enamorata
le arroja una escalinata
fabricata con cordeli,
e per ella le donceli
como un felino escalata.
Il padre, que era un Nerone,
observó la operachione
desde un huerto exuberanti
donde tiene plantazione
de pimentoni picanti.
Aparte del pimentone,
cultivaba le melone,
le fabi, la remolache,
le chufi, le macarrone
e le turrón de guirlache.
Pronto le gran caballeri
de su honore si ricorda
e trepando per la corda
sube a le piso primeri
portando una estaca gorda.
Le burlato personache
da uno grito de corache
al ver que sua filla vile
está, con furia salvache,
abrazando a un zascandile.
Altamente incomodati
le apunta sin pietati
con una vieja escopeti,
per profanare il respeti
di un lugare tan sacrati.
Suona una detonachione
e una descarga chertera
atraviesa le pulmoni
del pendón e la pendoni.
¡Fué una morte de primera!
Furiosi, desesperati,
e con el chuichio incompleti,
tritura les esqueleti:
hace uno con tomati
e il otro a la vinagreti.
Abre luego le balcone
e se lanza en direchione
vertical sobre un peñasco,
quedando il pobre barone
como un centollo sin casco.
Tutis lis astris del chelo
se tiñeron di escarlata.
desde entonces, no es camelo,
no se abrió más il castelo
del barón de Chentes Mata.
miércoles, 19 de diciembre de 2007
La vendedora de fósforos. Hans Christian Andersen
Este es el cuento favorito de Cecilia, le gusta leerlo en un libro antiguo que era de su mamá.
¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.
Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.
La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.
Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!
Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.
Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo.
-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".
Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.
-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!
Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.
Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.
-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.
Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.
martes, 18 de diciembre de 2007
Exhibición de judo
El domingo pasado tuvieron la exhibición de judo. Esta es la primera competición de Íñigo y andaba algo despistado.
Eso sí, lo de juego limpio lo tiene muy claro, pues al terminar, además de dar la mano a su contrincante, le estuvo un buen rato achuchando..
Eso sí, lo de juego limpio lo tiene muy claro, pues al terminar, además de dar la mano a su contrincante, le estuvo un buen rato achuchando..
lunes, 17 de diciembre de 2007
Para nuestra familia de Melilla.
Desde este blog queremos recordar a nuestra familia de Melilla, familia ,no de sangre, pero sí de corazón. Para Loli, la yaya, Mai y los suyos, que han tenido tantas atenciones con nosotros.En la foto aparece también Cecilia, quien nos inspiró el nombre para su tocaya. Mamá pasó allí cuatro cursos trabajando; allí vivieron Bruno y Cecilia antes de nacer y Bruno cuando era un bebé y hasta los dos años.
En el año 2005 regresamos con Íñigo y esperamos volver otra vez muy pronto. Aunque ahora, a través de las nuevas tecnologías, nos tendremos más cerca.
(Loli, tendrás que pedir ayuda para encontrar nuestro blog y escribir alguna cosita, que tienes mucho que contar. Un saludo para todos y de parte de Íñigo, uno para la señora gorda).
Cuento :Dice que dicen que dijo.......
Dicen que este cuento empezó cuando Teresa le dijo a su hijo en la mesa: "Ve a buscar a Hugo y dile que venga a ayudar a sacar el ratón que está allí detrás". Gonzalo fue a la habitación de Hugo y como estaba jugando a la play en casa de un amigo, le dijo a su primo Bruno, que estaba pasando unos días en su casa, que su madre había encontrado un ratón comiendo una manzana en un cajón.
Sin preguntar nada más, Bruno llamó corriendo a su tío Antonio y gritó: "¡Hay un ratón escondido en un rincón¡" Y cuando Cecilia, su hermana mediana, le oyó, la noticia a su madre contó: "Hay un ratón en el pueblo que asusta a la gente de buen corazón"
Dicen que sin malicia dijo la mamá de Cecilia a su abuela (la de Cecilia), que estaba haciendo bolillos. ¿Sabes, abuela, qué pasó? "Había un ratón en el pueblo y ahora parece que son un montón".
La abuela desesperada, no sabía que hacer con tanto ratón, pero Íñigo tuvo una gran idea: "Llamaremos a mi padrino Alberto, que es policía".
El abuelo de Gonzalo,Hugo,Bruno, Cecilia e Íñigo le llamó y dicen que dijo que ratones había a montones y que los traían los ladrones. (También es el abuelo de Lucía, de Irene y Martina, pero no están en el cuento porque tienen mucho miedo a los ratones).
Alberto, al momento, dio una orden diciendo: "Hay que encontrar al ladrón de esta población". Obediente, salió el teniente a interrogar a la gente, comenzando por Agustín, que estaba en su jardín. ¿"Vio algo raro"?, preguntó.
Dicen que el tío Agus dijo al teniente: "Veloz y sigilosamente, alguien huye detrás de ese grupo de gente".
Dicen que la tía Elena dijo al teniente: "¡Atrapen al delincuente, que escapó corriendo por aquel puente¡" El teniente echó a correr para detener al ladrón, pero sin fortuna, porque resbaló y no alcanzó al malhechor. Y dicen que éste dijo: "Yo me voy de este lugar". Y corriendo y corriendo a la casa de Teresa llegó.
Allí lo atrapó la policía y una muchedumbre enfurecida decía " Cárcel y castigo para ese forajido".
El forajido, muy afligido, enfrentó a los pobladores diciendo sin un tapujo: "Amigos, me llamo Hugo y he venido a mi casa a cazar el ratón".
Con risas y carcajadas todos la confusión festejaban. Felices de que no existieran ni ratones, ni ladrones, aunque se diga que dicen que dijo el cartero que al ratón le ha llegado una carta de su amor verdadero.
¡Qué calentitos estamos¡
La princesa primorosa
Esta no es Margarita, pero es una princesita muchísimo más bonita que Margarita Debayle, a quien el poeta Rubén Darío dedicó el poema. Como podéis comprobar nuestro blog lleva por título un verso de esta poesía. Es una de nuestras favoritas y la recitamos de memoria desde que eramos pequeños.
A Margarita Debayle. Rubén Darío
.
Margarita está linda la mar,
y el viento,
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar;
tu acento:
Margarita, te voy a contar
un cuento:
Esto era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha de día
y un rebaño de elefantes,
un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita, como tú.
Una tarde, la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla
y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
más lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.
Y el rey dijo: «¿Qué te has hecho?
te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?».
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
«Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad».
Y el rey clama: «¿No te he dicho
que el azul no hay que cortar?.
¡Qué locura!, ¡Qué capricho!...
El Señor se va a enojar».
Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté».
Y el papá dice enojado:
«Un castigo has de tener:
vuelve al cielo y lo robado
vas ahora a devolver».
La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.
Y así dice: «En mis campiñas
esa rosa le ofrecí;
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí».
Viste el rey pompas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.
La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.
* * *
Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.
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